martes, 18 de noviembre de 2008



Marilyn mira a la cámara fijamente. La cámara la quiere y a ella eso le gusta. El pelo rubio, los ojos oscuros y un irresistible lunar en la mejilla izquierda de su cara. Además de un cuerpo formado con curvas voluptuosas que terminan en un conjunto de rizos rubios. Así es Marilyn. Sexy, dulce, atractiva, capaz de seducir al mismísimo Kennedy.
Todo en Marilyn es sensual, ella es la mismísima sensualidad en persona.
No pasa desapercibida aunque no vaya arreglada, aunque no lleve maquillaje ni tacón.
Pero hay algo en esta fotografía que llama la atención especialmente. No son las rosas con las que intenta tapar sus pechos, ni la boca entreabierta como si estuviera esperando un beso, ni tal vez si quiera su mirada penetrante. Su vientre liso y firme está surcado por una horrible cicatriz. Al principio puede pasar desapercibida, no te das cuenta asombrado por su rostro y las flores que estruja contra su cuerpo. Pero cuando posas tu mirada en esa imperfección, aunque sea la única que tenga la bella Marilyn, ya no puedes dejar de mirarla y empezar a divagar. Te preguntas de qué será la cicatriz, quién habrá sido el manazas de médico capaz de hacerle una cosa así, si la tendrá mucho tiempo, si es causa de una enfermedad, una operación estética,...
La misteriosa Marilyn guarda con celo sus secretos más preciados mientras aprieta el teléfono entre sus manos.
Marilyn Monroe, que nunca logra dormir, continúa cautivando a la cámara a pesar de la cicatriz.

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