miércoles, 12 de noviembre de 2008



Mirar detrás de la lente y dejarte llevar. Observar a los demás sin ser observado. Introducirte en la vida ajena sin despertar sospechas. Explorar el mundo de los otros, el propio mundo. Disfrutar del anonimato. Camuflarte detrás de la cámara. Ver sin ser visto.
Llevarte un recuerdo en forma de papel. Recordar siempre que quieras aquel lugar donde bailasteis por primera vez. Poder ver las veces que quieras aquella primera sonrisa o aquel primer beso. Grabar en la memoria digital el momento más importante de tu vida o simplemente un momento más.
Risas, besos, caricias, monumentos, paisajes, comidas, sueños, amistad, amor, cariño, Roma, tren, viajes, alcohol, tristeza, alegría. Poder guardar todos los sentimientos en un trozo de papel y rescatarlos cuando la memoria te falle. Guardar todos los rostros queridos pera recordarlos cuando ya no existan. Tener la prueba de que estuviste allí, de que vistes aquello.
Saber que el trozo de papel resistirá al tiempo guardado en un cajón de un viejo mueble y que tal vez algún día alguien lo encuentre y te recuerde también a ti. Saber que el paso de los años, la falta de memoria y la falta de los otros no serán obstáculo para que recuerdes y seas recordado.
La emoción de capturar una imagen, la tensión al revelarla, el olvido al guardarla.
Esto en la fotografía, quien lo probó lo sabe.

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