El gigante Roldán y su amada

martes, 30 de diciembre de 2008


En tiempos remotos vivía en la sierra un gigante llamado Roldán. Era el dueño y señor de aquellos solitarios parajes que él recorría libremente. Se había construido una tosca cabaña para guarecerse cuando las inclemencias del tiempo así lo exigían. El poderoso Roldán era indiscutiblemente el rey del Puig Campana.

Pero, a pesar de todo, no era Roldán un ser alegre sino más bien parecía taciturno, casi triste. Vagaba errante y solitario en busca de algo que le faltaba a su vida, en busca de algo que le explicara su razón de ser. Un día, mientras caminaba hacia el mar para bañarse, se encontró con una jovencita tan bella como lo son todas las heroínas de leyendas.

Desde este instante ya no se separaron. Roldán la condujo a su cabaña que, su gran amor, sabría transformar en un refugio grato para ella. Los dos gozaban de una felicidad perfecta. Dormían bajo las estrellas y vivían con el canto de los pájaros.

La dicha les duró poco, puesto que un día se enteró de que una profecía dictaminaba que, cuando ese mismo día el último rayo de sol abandonara su cabaña, su amada moriría.

El coloso se irguió en toda su extraordinaria estatura y con fiero ademán amenazó al sol que, indiferente a su desesperación, caminaba hacia el ocaso con el mismo esplendor de siempre. Enloquecido, ciego de dolor, salió volando hacia la cumbre del “Puig Campana” tras cuya ladera iba ocultándose el astro del día. De un furioso puntapié arrancó un enorme pedazo que salió por los aires y fue a caer en el mar. De esta manera le regaló a su princesa unos minutos más de vida juntos.

Como testigo de esta historia de amor queda nuestra isla de Benidorm. Roldán siguió el camino hasta ella con su amada en brazos hasta morir ahogado en delirios de amor.

Carlomagno y Roldán

lunes, 29 de diciembre de 2008


En el afán expansionista de todos los imperialistas esta el de fagocitar todo el terreno inmediato al propio. Hasta que el bocado se vuelve muy grande. Y se atraganta.Al independizarse la Taifa de Zaragoza, Carlomagno se puso rumbo a ella y tras pasar por Roncesvalles llego al límite del reino zaragozano. Allí le dijeron que nones. Humillado retrocedió sobre sus pasos hasta llegar a la ciudad de Pamplona donde le dijeron que al igual que Zaragoza, ellos no querían pertenecer al basto imperio Carolingio. Doblemente humillado, el Emperador arraso la ciudad procediendo a su saqueo. Encontrándose en zona hostil puso rumbo al norte de los Pirineos saqueando todo lo que encontró a su paso. Roncesvalles es un embudo. El Emperador pasa con el grueso del ejercito por un camino en el que no se pueden cruzar dos carros. El paso es lento y el caballero Roldan, sobrino del Emperador queda a la custodia del botín junto con un abundante grupo de nobles y caballeros. Estos cierran la retaguardia. Los expoliados navarros y todos los sometidos por la fuerza con la colaboración de los nativos de la zona atacan con piedras, palos y armas cortas a los pesados caballeros. Roldan y su aguerrida tropa mueren a manos de pastores, campesinos y soldados que luchan en su tierra. Roldan es pasado a cuchillo, como él había hecho antes con los pamplonicas. Fin de la historia.En la Canción de Roldan, escrita algún que otro siglo después, son los musulmanes los que atacan, Roldan se defiende y herido de muerte, hace sonar su trompa de guerra, Olifante, mientras que con su espada Durandal despedaza las rocas en vano intento de evitar el tener que rendirla. Al no conseguirlo y con el último hilo de vida, lanza la espada que parte en dos la cresta ubicada al sur de Gavarnie, a viarios cientos de kilómetros. Por lo visto rebotó y cayó sobre el Puig Campana. De esta historia, el Tajo.

Puig Campana

miércoles, 24 de diciembre de 2008


Parece estampa sacada de los Alpes, de geografía de aire limpio y rocosas alturas. Nada más lejos. Esta montaña es la que culmina la ciudad de Benidorm, es la atalaya desde la cual se pueden observar todos los movimientos y agetreos de dicha ciudad.
Si centramos nuestra vista en ella nos percataremos de que un trozo de cielo se adentra en ella. De que su cumbre no es continua, presenta una muesca en el centro.
Hay varias leyendas que justifican el llamado "Tajo de Roldán". Unas de amor, otras de batallas...todas llenas de fantasía y mágia.
En la próxima entrada relataremos una de ellas. Mientras tanto, disfruten con este espléndido paisaje, con estas vistas de verde y azul.

Pequeña princesa

martes, 23 de diciembre de 2008



Todos los días a la misma hora iba a la academia. Después de estar dos horas haciendo puntas, lo más difícil, se iba al conservatorio y dedicaba el resto de la tarde a practicar, ensayar y bailar.
Todos los días eran así.
La historia comenzó cuando un día, cuando sólo tenía tres años, su madre la apuntó a la academia del barrio a dar clases de ballet. Pronto su profesora dijo que era la mejor bailarina de todas y que podía llegar muy alto. Su madre, muy emocionada, la apuntó al conservatorio y con sólo siete años debutó en el teatro con El lago de los cisnes. Después seguiría El Cascanueces y Tchaikovsky se convirtió en el mejor amigo de de su infancia. Vivía agarrada a una barra con las bailarinas rosas en una mano.
Todo en su vida era ballet.
Y apunto de salir al escenario del Gran Teatro Real de Madrid, sentía que le temblaban las piernas y que sería incapaz de bailar ni un sólo minuto. En el patio de butacas sus padres esperaban ansiosos y ella, con sólo doce años, primera bailarina del ballet, con un tutú rojo precioso se sentía una pequeña princesa.

lunes, 22 de diciembre de 2008


La Navidad de toda la vida comenzaba con las voces de los niños de San Idelfonso cantando el gordo todos los 22 de diciembre por la mañana. Cuando se fueron las pesetas y vinieron los euros, muchos dicen que los niños de pantalón corto y las niñas de falda y calcetines por la rodilla perdieron su encanto. Lo cierto es cada 22 de diciembre todos nos hemos despertado con esos cantos y esa alegría y felicidad de aquellos en los que ha recaído la suerte y lo celebran con sidra, cava o champagne.
Después, que llegaba la Navidad lo constatabas por otras cosas, cuando El Corte Inglés iluminaba sus centros comerciales o cuando repetían una y otra vez su anuncio por televisión. También las burbujas de Freixenet es otro símbolo de que las navidades se acercan y este año que mejor burbuja que las sirenas de natación sincronizada.
Cuando eres niño la Navidad se nota que llega cuando empiezas a ver anuncios de juguetes y piensas en lo que le vas a pedir a los Reyes. Esas son las mejores navidades, las de cuando eres un niño y tus padres te llevan a ver un Belén, las navidades cuando montas el árbol en casa, las navidades del turrón de Suchard, la ilusión y la ingenuidad de ser niño.
Esas navidades cuando crees que todo es posible, cuando aún conservas la inocencia y la Navidad tiene una magia especial, esas, sin duda, son las mejores.

un rayo de sol

domingo, 21 de diciembre de 2008


Aunque no sonaba el despertador, aunque nada le urgía en aquel nuevo día, ella despertó. Hasta el dormir le dolía, parecía que los muelles se le clavaban por todo su cuerpo hiriéndole el alma.
Abrió la ventana, pero nada cambió. El día yacía igual de oscuro que su vida desde hacía algunos días. El aire cargado de pena se podía cortar, se ahogaba al respirarlo.
Parecía que su piel había muerto, ya no había nada ni nadie que la acariciara. Nada que la hiciera estremecerse. Lo único que revivía su sentido táctil eran aquellas lágrimas, que no habían dejado de brotar de sus ojos y resbalar por sus mejillas. Gota a gota su alma se inundaba, iba siendo sepultada en toneladas de sal.
Un giro radical: de la felicidad a la tristeza, del amor a la soledad, del calor al frío, del blanco al negro, de sonrisas a llanto, del día a la noche.
Salió a la calle temiendo que esas cuatro paredes se le cayeran acabando por fin con ella.
Se sentó en el parque y observó lo único bello que vio a su alrededor: una rosa en flor en pleno invierno. Fue entonces cuando salió un rallo de sol que iluminó a la rosa y a ella misma. La brisa le susurró una melodía a su oído..."cuando brille el sol te recordaré si no estas aquí, cuando brille el sol olvidate de mi"...y la primera sonrisa tras meses de tristeza apareció en su rostro.

miércoles, 17 de diciembre de 2008



Era uno de esos atardeceres mágicos. Un atardecer que sólo se podía vivir en ese lugar, en ese momento. Desde ese barco lleno de turistas afanados, con sus cámaras digitales de última generación, a captar ese instante único, ese cruce de luces, esa tensión entre el paso del día a la noche. Ese momento en el que el sol se esconde lentamente en el horizonte dejando entrar tímidamente a la luna y a la oscuridad de la noche. Un instante imposible de captar en una fotografía con una cámara, un instante que quedará marcado para siempre en la cabeza, en la memoria de aquel viaje, de aquel verano, de aquellos días, de aquellas personas del barco, de aquel sueño.


Atardecer

Barco

Luces

Nubes

Rojo

Rascacielos

Sensaciones

Olvidos

Naranja

Limón

Recuerdos

Verano

Viajes

Pasión

Sueños


Toronto

Buenos días.

martes, 16 de diciembre de 2008



El sol me despertó. Loa haces de luz se colaban por mis párpados y dulcemente me trajeron de vuelta a la realidad.

Y la realidad fue mejor que los sueños. Allí estaba ella, tan hermosa y delicada. Su cabeza apoyada sobre mi hombro, su ondulado cabello esparcido sobre mi, acariciándome... Me acerqué y lo olí, jamás un olor había conseguido que todo mi cuerpo se estremeciera hasta ese momento.

Le besé la frente con miedo. Miedo a despertarla, miedo a romperla en mil pedazos y volver a la desdicha.
Su piel a penas se diferenciaba de las blancas sábanas. Su piel es pálida, pero no del pálido enfermedad, o del pálido sin vida. Su piel es pulcra, limpia...su piel me trae la paz.
Podría permanecer horas y horas mirándola mientras ella permanece sumida en un profundo sueño. Ella no es como las demás, sus defectos son tan perfectos que ya no podría vivir sin ella.
Por un sólo instante imagino los días grises en los que no la conocía. Los miles de despertares agrios deseando que se acabara el día que aún no había comenzado. El infierno de volver a despertar porque aquello significaba que aún estaba vivo.
Aunque ¿estaba vivo?, no lo creo...Hasta que no la conocí no supe que era vivir, ella me dio la vida y podría arrancármela en cualquier momento.
Este último pensamiento me inquietó, me turbo. ¿Y si esto ocurría?, ¿y si mi princesa me destronaba?, ¿y si tuviera que volver a la oscuridad de mi vida?
De repente noté como la paz volvía a mi, alguien la había vuelto a despertar y corrió desde mis pies como una leve caricia hasta alcanzar mi boca y dibujarme una sonrisa. Mi sentido auditivo se despertó:
-Buenos días- me susurró a la oreja.

Su poder...

lunes, 15 de diciembre de 2008


Con doce años ya se comenzaron a atisbar en su cuerpo formas que escapaban a lo normal. Con el paso de los meses, de los años, curvas infinitas y sinuosidades bellas y armónicas componían su nueva silueta a la que ella se iba acomodando.

Sus caderas se ensancharon más que la del resto de niñas. Su cintura parecía minúscula. Sus pechos se redondearon hasta practicamente alcanzar la perfección.

Su redondeada cara se perfiló, sus pómulos se marcaron y permanecieron siempre rosados. Sus oscuros ojos resaltaban más que nunca sobre su blanca piel. Lo mismo ocurría con sus tirabuzones que caín a cascadas sobre su tersa y pálida piel.
Tras todos estos cambios que se produjeron en su cuerpo ella adquirió un nuevo poder que jamás habría imaginado tener. Intimidaba al resto de mujeres. Aturdía a los hombres. No comprendía muy bien como algo que no había requerido ningún esfuerzo por su parte y que no tenía ningún mérito podía dotarle de tal poder.
Poco a poco aprendió a utilizar sus "virtudes" en su beneficio. Pero con el paso del tiempo, con el transcurso de los hechos comenzó a rechazar sus formas, sentía que anulaba el sentido auditivo y estimulaba el de la vista, nadie la escuchaba, sólo la observaban contonearse de un lado para otro.
Un día harta de este fenómeno que provocaba su cuerpo se hizo de tinta y aguja. Tatuó en su seno izquierdo, sobre su corazón, sus iniciales. Todo aquello era suyo, sólo suyo, no pertenecía a nadie más. Era su poder y lo utilizaría como y cuando quisiera.

París

jueves, 11 de diciembre de 2008



Cuando llegó la despedida ella lo miró despacio, sabiendo que iba a ser la última vez. Quiso observarlo detenidamente para poder recordar sus facciones cuando estuviera lejos y le tocó suavemente las mejillas, bajando los dedos hasta posarlos sobre sus labios. Era mejor así, que no pronunciara ninguna palabra que no dijera que había llegado el momento de separarse.
Él la miró dulcemente. Ella le sonrió levemente y le apartó los ojos de la vista.
Después de tanto tiempo juntos, después de tantas noches y tantas mañanas, después de las risas, los sueños, las caricias, los besos, las canciones y los abrazos, era la hora de separase, de emprender caminos diferentes, de alejarse de lo anterior y comenzar una nueva vida solos, separado el uno del otro.
Entonces sólo les quedarían los recuerdos. Ella siempre recordará el primer beso y él la primera vez que ella le sonrió. Ambos recordarán aquella canción con la que bailaron una vez en una antigua sala de baile. También se acordarán de los paseos por el parque cogidos de la mano, de las sonrisas confidentes, de aquella primera película que vieron juntos, de la primera vez entre ambos, de un libro que ella le prestó a él, de un regalo, de un dulce.
Es posible que después de esta despedida, después de que él se gire y avance definitivamente para no volver, es posible que entonces sólo les queden los recuerdos, pero también es posible que todavía les quede París.

miércoles, 10 de diciembre de 2008



Me miro al espejo y no me veo.
No veo ni mis ojos ni mis mejillas.
Tampoco veo mis cabellos y mis labios.
No veo mi rostro.
Sólo veo este tupido burka que me cubre de los pies a la cabeza, que no me permite contemplar lo que hay a mi alrededor, que no me deja ver el mundo.
Azul claro, uniforme, intenso.
Azul que lo cubre todo, azul como el cielo que no puedo ver.
Azul burka.
Respirando con dificultad, andando a pasos lentos, soñando con otra realidad, con otra vida, con ser la protagonista de una historia de libertad.
Soñar con no llevar burka.
Soñar con escapar de aquí.
Soñar con volar.
Soñar con vivir libre.
Soñar con la libertad.
Sin burka.

VIEJAS ZAPATILLAS

miércoles, 3 de diciembre de 2008


Era viernes. Pero para él como si hubiera sido un triste domingo o un cansado y fatigoso lunes. Nada le importaba, los días transcurrían idénticos uno tras otro.
En aquella ciudad no tenía amigos, familia…ni tan sólo un triste conocido o un socorrido compañero. Con propósito de labrarse una prometedora carrera, un brillante currículum se había mudado a aquella ciudad. Se había conformado con un pequeño estudio en uno de los barrios marginales, era todo lo que se podía pagar. Había conseguido un trabajo para poder comer y no verse obligado a alimentarse de sus libros tan solo.
Por las mañanas caminaba hasta aquella antigua fábrica, que probablemente llevaba en pie desde los comienzos de la revolución industrial. Nadie allí lo conocía, nadie allí le dirigía una mirada, nadie allí le ofrecía una sonrisa amigable. Trabajaba a destajo por cuatro duros, a la hora de comer fichaba, recogía sus pertenencias, montaba en la vieja Orbea que había conseguido y pedaleaba hasta la Sorbona. Allí le esperan horas y horas de escucha, de libros, de letras…le encantaba aquello pero a veces el cansancio podía con él y divagaba horas y horas, recordaba su vida en España, a sus padres, su hermano, a ella…de repente despertaba y se dirigía de nuevo a su cuchitril.
Esa noche no pudo cumplir su ya habitual rutina. Al salir de clase no encontró su bicicleta, atada a la farola sólo quedaba una triste rueda que no se tenía en pie por ella misma. No lo podía creer, nada más le podía pasar…Decidió dejar allí la rueda, quizá el lunes la encontrara como la había dejado antes de entrar a aquel edificio. Se rió al pensarlo.
Durante todo el camino fijo sus ojos en el suelo, su cabeza cabizbaja y su cartera de cuero que marcaba su ritmo al golpearle en la pierna. Prestó atención a sus zapatillas, habían hecho los mismos quilómetros que él y por ello estaban sucias y desgastadas…al igual que él. De repente y de manera instintiva, como si algo se apoderada de él, levantó la vista. Siempre le ocurría esto al pasar por la vieja estación a la que había llegado ya hacía 9 meses, al pasar la estación volvió a adquirir la posición de cabeza gacha y mirada perdida y de nuevo instintivamente levantó la cabeza.
Allí estaba ella, lloró al verla, la cogió en brazos y no hicieron falta palabras. La llevó a su casa, le quitó la ropa y la tumbó en la cama mientras él se quitaba sus viejas zapatillas y las lanzó por la ventana. Ya nada en el hablaría de cansancio y tristeza, volvían sus ganas de vivir.

Besos



Hacía tiempo que se conocían pero ella nunca lo había pensado. Él, de vez en cuando si que lo pensaba, pero enseguida le asaltaba un sentimiento de culpa terrible. A veces la espiaba cuando leía alguna obra clásica recostada en el chaise longe de la biblioteca o cuando en el desayuno se quedaba embobada mirando la taza de café. La conocía desde hacía tantos años que la había visto crecer poco a poco. Al principio no se había fijado en ella y la recordaba paseando en bicicleta por los jardines de la casa de verano o aprendiendo a nadar con un flotador en la piscina.
Sin embargo, un año todo cambió para siempre cuando la niña cambió su bici por una moto roja y se soltó las dos coletas para descubrir una larga melena dorada. Desde ese momento él se había sentido atraído por ella, por la niña pequeña de la casa, aún sabiendo que era un amor imposible.
A ella le caía bien, lo veía de vez en cuando por casa, recogiendo a su hermana o cenando. Sus padres lo adoraban y le recomendaban que cuando fuese mayor tuviera un novio como el de su hermana. Siempre educado, siempre simpático, sabiendo decir la palabra justa en el momento justo. Así era él. A ella en cambio le gustaba el riesgo y los chicos mayores, por eso él no quería que ella descubriera su secreto.
Un día de verano que hacía mucho calor se puso a llover con fuerza. “Una tormenta de verano”, sentenció su madre y ella salió al jardín a disfrutar de la sensación de la lluvia cayendo sobre su cuerpo.
Él salió detrás de ella sabiendo lo que iba a pasar, pero sin importarle nada más. Entonces, en un lugar del jardín algo apartado de la casa, se fundieron en un apasionado beso. Algunos, los que lo vieron, aseguraron que era un beso de película.

Un mar de peces

lunes, 1 de diciembre de 2008


Apenas llegaban a los 10 años pero ya tenían la obligación de sustentar a sus familias. Un día los despertaron de madrugada y les hicieron afilar sus lanzas.
Los hombres blancos estaban acabando con los árboles de la zona y como consecuencia los animales también huían del lugar. Ese era el motivo por el cual ahora ellos no podían cazar en los alrededores. Realizaban viajes de varios días buscando comida que llevar a sus casas, que llevarse a la boca.
Aún era de noche y con los ojos medio cerrados los tres niños de aquella tribu emprendían un largo camino de mano de los adultos. Tras varias horas caminando los niños comenzaron a despertar y apreciar lo que a su alrededor había. ¡Era asombroso! Todo era muy verde, había árboles enormes y veían animales correteando de un lado para otro sin cesar. ¿Qué era aquello? ¿A dónde habían llegado? Llevaban algún tiempo saliendo de caza y nunca habían visto algo similar.
Sus mayores se alegraron mucho y comenzaron a bailar, reír y cantar. De repente se encontraban en una fiesta y no sabían por qué. Siguieron caminando un rato más y de repente apareció ante ellos lo más impresionante que jamás habían visto sus jóvenes ojos. En un gran espejo se reflejaba toda la belleza de su alrededor, el sol destellaba sobre la superficie y reflejaba haces de luz de color…
-¿Qué es esto?- preguntó uno de los pupilos-.
-Agua- le contestó un adulto-.
No podía ser…él pensaba que el agua sólo surgía de los pozos ¿cómo podía ser que allí hubiera tanta?¿quién era el guardián de toda aquella agua? Se quedó estupefacto cuando todos comenzaron a meterse en ella, pero sin rechistar obedeció y él también entro.
De repente algo le rozó la pierna, sumergió su mano y agarró algo. No podía creer que el contenedor de toda aquella belleza, el origen de que allí hubiera vida y todo fuera verde y hermoso, albergara animales, comida en sus profundidades.
Hoy comería algo llamado pescado que había atrapado con sus manos.

jueves, 27 de noviembre de 2008



La madre le puso el vestido de los domingos. Era a rayas estrechas azules y blancas. Le quedaba algo pequeño y estaba remendado con algunas costuras. Los zapatos de charol eran prestados y aunque eran dos números más de lo que necesitaba, apenas se apreciaba. El pelo peinado con colonia y los rizos dorados recogidos con un lazito azul. Le puso los pendientes de la abuela, los que se ponía en ocasiones especiales y la apretó muy fuerte contra su pecho.
El padre, algo desmejorado por los años y la guerra, tenía la mirada triste. La camisa raída, que años atrás apenas podía abrochar algunos de sus botones, le quedaba grande sobre su pequeño cuerpo. La delgadez de la falta de comida, del hambre, era evidente. En cambio la niña parecía sana a pesar de las necesidades con los mofletes rosados y los ojos llenos de vida.
Cuando llegaron a la estación el padre la abrazó fuerte y la madre no pudo reprimir sus lágrimas.
Arrastrando una pequeña maleta con cuatro prendas y un tesoro en forma de libro, la niña montó en uno de esos vagones de madera y la locomotora de vapor comenzó a echar humo. Poco después comenzó a andar y la mano de la niña, que saludaba desde la ventanilla, se perdió en las brumas de la mañana madrileña para no volver más.
La madre y el padre se fundieron en un abrazo en aquella fría estación sabiendo cual era el destino de su niña y conociendo también cual sería el suyo.

Charquito...

martes, 25 de noviembre de 2008


Suena el despertador. No lo podía creer, ¡si parecía que se había acostado hacía media hora! Hoy el traje de falda y chaqueta gris, camisa blanca; pero primero iría a la cocina, ya había aprendido y no quería tener que volverse a cambiar antes de salir por la puerta.
Su desayuno, el de su hijo, el de su marido. Su tupperware, el de su hijo, el de su marido. Volvió a subir las escaleras de la casa de la manera más silenciosa que pudo. Le preparó la ropa a su hijo, pero aún era temprano para despertarle, no quería que le molestara todavía. Le preparó la ropa a su marido, ¡qué suerte que tenía él!, aún le quedaban un par de horas de sueño.
Encendió su PDA, ¡MIERDA!, había olvidado que hoy era la reunión con los inversores… y aún no tenía el informe preparado. Hoy sería un día duro…muy duro. No sabía cómo pero de repente se habían hecho las ocho. Despertó a su hijo, lo visitó y sin darle tiempo a que se terminara de despertar, aún con las lagañas en los ojos salieron por la puerta.
Ella con su maletín, él con su pequeña mochila colgada de su minúscula espalda. Sin cesar de mirar el reloj decidió que el metro no sería una buena opción y se embarcó en la aventura de conseguir un taxi en Nueva York a las ocho de la mañana.
Tras miles de gritos de ¡TAXI! Mientras su hijo le tiraba de la falda y ella temía que se la pudieses arrugar, un taxista se compadeció de ella (una mujer desesperada con su hijo en medio de la calle mientras la lluvia caías sobre ellos). Creyó escuchar al taxista hablar sobre el tiempo ¿lluvia?, ni siquiera se había percatado de ello.
Dejó a su hijo en el colegio y volvió al taxi. Le indicó la dirección, temía no llegar a tiempo y se estaba poniendo muy nerviosa. No sabía a dónde mirar que no fuera el reloj, se asomó por la ventanilla del coche cuando circulaban por Times Square y vio una imagen que le conmovió: su ciudad, el Empire State Building reflejado en un charco.
Pidió al taxista que la bajara. ¿Cuánto hacía que no disfrutaba de su ciudad? Era muy hermosa y no quería verla siempre reflejada en charcos borrosos por la velocidad, por la velocidad que había tomado su vida. Legó caminando a su trabajo, dejando que el sol se colara entre edificio y edificio y la iluminara mientras se reflejaba en todos los cristales de la ciudad. Reflejos de felicidad.

Tell me more



Dicen los que los conocían que se querían de verdad. Que no fue un amor de verano, que había algo más.
Otros, los más envidiosos, creían que todo era falso. Sólo una mentira.
Lo que es cierto es que la chica de pelo rubio y falda vaporosa conoció al chico de tupé y cazadora de cuero en una solitaria playa un inolvidable verano de los años cincuenta.
Desde entonces todo el mundo ha sido partícipe de su historia de amor. Unos la siguieron casi en directo. La mayoría se quedaron enganchados una tarde de domingo o de sábado. Otros la han sacado de alguna videoteca y los más modernos se la han bajado de algún programa de internet.
Todos han bailado las canciones en algún momento de su vida. Muchos se saben las coreografías de memoria y algunos se sorprenden de vez en cuando tarareando las melodías sin saber muy bien porqué.
La niña buena que un día se vistió de negro y perdió su inocencia cautivó a medio mundo y el chulo de instituto que se enamoró de la niña buena ganó en dulzura y ternura para conquistar al público.
Danny y Sandy se convirtieron en una pareja de moda a finales de los setenta y hoy, cuando se cumplen treinta años del estreno de una de las películas más famosas de todos los tiempos, son simplemente un clásico.

El y su piano

martes, 18 de noviembre de 2008

Allí estaba él, con las entrañas de su amado piano en las manos buscando respuestas a su soledad, a su desolación. Años atrás todo había sido tan diferente…sus dedos, aunque faltos de experiencia, eran ágiles y finos. Ahora, sin embargo, estaban arrugados y con mil melodías que tocar para nadie.
Recordaba cuando se peinaba la cabeza y no la barba. Cuando su entrañable bigote sólo eran cuatro pelos. Cuando veía con sus azules y vivos ojos a aquellas muchachas reflejadas en la ventana, chiquillas que acudían a escucharle tocar y a fantasear deseando que aquellas habilidosas manos no sólo tocaran el piano.
Hacía algunos años que había comenzado a fumar en pipa, no por tener un aire más señorial como algunos pensaban, si no para cubrir con el humo el reflejo de la ventana vacío de risas y de juventud, vacío de todo.
Hoy mientras tocaba se percató de que otra melodía le acompañaba, era la lluvia golpeando en su ventana. Hacía semanas que no escuchaba ningún sonido que no surgiera de su piano. ¿Hace cuánto que no escuchaba la voz de otra persona? ¿Hace cuánto que no escuchaba la suya?
Estaba sólo, muy sólo. Su cara apenada: una mueca inexpresiva junto a unos ojos tristones se sumaban a los pliegues de su frente. Solo él y su piano. Aquel instrumento que a tanta gente había traído a su alrededor, le había traicionado, había atrapado su alma, tanto que había conseguido que se quedaran solos, el uno con el otro.Decidió abrir la tapa del piano, quizá para ver si la magia que este guarda y que atraía a gente se había esfumado, quizá para encontrar su alma enredada en las entrañas del instrumento y poder liberarla.



Marilyn mira a la cámara fijamente. La cámara la quiere y a ella eso le gusta. El pelo rubio, los ojos oscuros y un irresistible lunar en la mejilla izquierda de su cara. Además de un cuerpo formado con curvas voluptuosas que terminan en un conjunto de rizos rubios. Así es Marilyn. Sexy, dulce, atractiva, capaz de seducir al mismísimo Kennedy.
Todo en Marilyn es sensual, ella es la mismísima sensualidad en persona.
No pasa desapercibida aunque no vaya arreglada, aunque no lleve maquillaje ni tacón.
Pero hay algo en esta fotografía que llama la atención especialmente. No son las rosas con las que intenta tapar sus pechos, ni la boca entreabierta como si estuviera esperando un beso, ni tal vez si quiera su mirada penetrante. Su vientre liso y firme está surcado por una horrible cicatriz. Al principio puede pasar desapercibida, no te das cuenta asombrado por su rostro y las flores que estruja contra su cuerpo. Pero cuando posas tu mirada en esa imperfección, aunque sea la única que tenga la bella Marilyn, ya no puedes dejar de mirarla y empezar a divagar. Te preguntas de qué será la cicatriz, quién habrá sido el manazas de médico capaz de hacerle una cosa así, si la tendrá mucho tiempo, si es causa de una enfermedad, una operación estética,...
La misteriosa Marilyn guarda con celo sus secretos más preciados mientras aprieta el teléfono entre sus manos.
Marilyn Monroe, que nunca logra dormir, continúa cautivando a la cámara a pesar de la cicatriz.

PRÍNCIPE CARLOS

lunes, 17 de noviembre de 2008


Se pasaba el día de aquí para allá. Todo era extremadamente protocolario a su alrededor, aunque él ni siquiera sabía que significado tenía esa palabra, sabía que no era como los demás niños, él no.
Nadie excepto su madre le llamaba Carlos. Todo el mundo se dirigía a él como señorito o príncipe. A su edad no entendía muy bien que conllevaban esos títulos. Es más, el único príncipe que conocía era “El principito” de Antoine de Saint. Porque eso sí, no le dejaban ni un solo segundo para jugar con barro o a los cochecitos, se pasaba el día de un estancia a otra, de un profesor particular a otro.
Aunque ni su madre ni su padre pasaban mucho rato con él, cuando coincidían siempre le preguntaban que había aprendido y que libros se estaba leyendo. “Para ser un buen príncipe debes cultivar la mente”. Jamás entendió muy bien esa frase, ¿cultivar la mente?-se preguntaba-. Se pueden cultivar plantas, hortalizas, árboles, pero ¿quién podía pretender que con cuatro años metiera semillas en su cabeza?
Él sólo pensaba en jugar como los demás niños, sin embargo a lo más que aspiraba era a jugar con la hija de alguna amiga de su madre, o con la hija de alguien del servicio. Sólo conocía a niñas y estas siempre querían jugar con él. Como todo el mundo sabe, a las niñas les encanta ser princesitas y con él podían serlo, era para lo único que le servía su título -pensaba él-.
Amaneció uno de esos días en los que odiaba que le llamaran “Príncipe Carlos”, odiaba las semillas que tenía que meter en su cabeza, odiaba jugar sólo a papás y a mamás, odiaba no poder ver a su madre, odiaba esa ropa tan incómoda con la que debía vestirse…uno de esos días en los que odiaba su vida. Pero de repente su madre cruzó el umbral de la puerta-muy elegante, como siempre-, le aupó en brazos hasta que él pudo alcanzar el poyete de la ventana.
Fue entonces cuando lo vio, reluciente, magnífico. Nunca había visto nada igual. Su cara se iluminó y una sonrisa le nació, lo mismo le ocurrió a su madre Isabel al ver la reacción de su hijo. Fue entonces cuando Carlos comprendió qué era ser príncipe, sin duda alguna debía ser aquello.

jueves, 13 de noviembre de 2008



Antes el cielo siempre era negro, oscuro. Sólo de vez en cuando se veía alguna estrella o aparecía la luna. Cuando la luna estaba llena su halo de luz se podía ver por toda la ciudad e iluminaba todas las calles. Sin embargo, si la luna era menguante la ciudad se sumergía en una oscuridad casi melancólica. Esta tranquila oscuridad sólo se veía rota en las noches de verano cuando una estrella fugaz surcaba el negro cielo sorprendiendo a todos los ilusos que la observaban desde abajo.
Antes las noches eran así, eso le había contado su abuelo. Ahora ya no pasa eso. Ahora durante las noches hay más luz que en los días de lluvia. Ahora los adolescentes enamorados ya no encuentran un rinconcito oscuro para dar rienda suelta a su amor. Ahora los ladrones no disponen de aliada a la negra noche. Ahora todo es diferente.
Sobretodo es diferente cuando llega la navidad y las calles se cubren de papa noeles luminosos, de estrellas fugaces que no ya no son tales y se pasan brillando toda la noche, de árboles de colores, de campanas y de portales de Belén.
Hay veces que esta afición por la iluminación navideña lleva a tal extremo que no sabemos distinguir el día de la noche ya que millones de las más modernas lucecitas brillan durante más de un mes desafiando a eso que algunos llaman cambio climático y que los políticos parecen desconocer por completo.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

De repente y sin saber cómo había llegado allí, se encontraba en la calle, en medio de una ciudad que le era desconocida.
Corría el año 1941 en la vieja Alemania cuando a altas horas de la madrugada, en medio de la oscuridad de la noche, se podía divisar una luz encendida. Si forzabas la vista podías ver tras las cristaleras de aquel hogar gente agitada que aparecía y desaparecía tras las cortinas. De repente la escena se congeló y una chica joven,- quizá unos 24- se paró y se enzarzó en lo que parecía una discusión con sus progenitores. El ambiente se calentó tanto que los cristales parecieron tambalearse ante la tentativa de saltar en mil pedazos a la fría calle.
Un portazo. La joven en camisón blanco corría giraba esquinas dejando atrás sus lágrimas. No sabía como pero había conseguido burlar el toque de queda y a los militares que deambulaban de un lado a otro de la ciudad.
Lo que había vivido hasta cumplir los 22 quedaba muy atrás, después todo se había convertido en una pesadilla. Aún así no contemplaba la idea de abandonar su país, el que la había visto crecer, en la que había forjado amistades, en el que se había enamorado...el país del que estaba enamorada.
Toda la ropa que su madre había guardado en la maleta había quedado esparcida por el suelo, se negaba a salir con ella del país, era joven e idealista...aún guardaba esperanzas de que las cosas cambiaran.
Ahora echaba de menos aquella ropa, a orillas del Rhin corría una brisa que erizaba la piel y la hacía estremecerse. ¿Ose estremecía por los pensamientos que ahora rondaban su mente? No quería seguir pensando, quería despertar de aquello y que todo quedara en un sueño.
Mientras caía sintió como su cuerpo se hacía más ligero dejando atrás los recuerdos de esos últimos dos años. Por fin tocó el agua y sintió una paz enorme cuando el agua se filtró en sus oídos y dejó de ir estruendos de bombas, disparos y sirenas.
Mantuvo la respiración y se dejó llevar por la corriente hasta que entro en un profundo sueño que le permitió adormecer a la Alemania de Hitler y despertar en la Alemania de su niñez.



Mirar detrás de la lente y dejarte llevar. Observar a los demás sin ser observado. Introducirte en la vida ajena sin despertar sospechas. Explorar el mundo de los otros, el propio mundo. Disfrutar del anonimato. Camuflarte detrás de la cámara. Ver sin ser visto.
Llevarte un recuerdo en forma de papel. Recordar siempre que quieras aquel lugar donde bailasteis por primera vez. Poder ver las veces que quieras aquella primera sonrisa o aquel primer beso. Grabar en la memoria digital el momento más importante de tu vida o simplemente un momento más.
Risas, besos, caricias, monumentos, paisajes, comidas, sueños, amistad, amor, cariño, Roma, tren, viajes, alcohol, tristeza, alegría. Poder guardar todos los sentimientos en un trozo de papel y rescatarlos cuando la memoria te falle. Guardar todos los rostros queridos pera recordarlos cuando ya no existan. Tener la prueba de que estuviste allí, de que vistes aquello.
Saber que el trozo de papel resistirá al tiempo guardado en un cajón de un viejo mueble y que tal vez algún día alguien lo encuentre y te recuerde también a ti. Saber que el paso de los años, la falta de memoria y la falta de los otros no serán obstáculo para que recuerdes y seas recordado.
La emoción de capturar una imagen, la tensión al revelarla, el olvido al guardarla.
Esto en la fotografía, quien lo probó lo sabe.

De negro y col0r

lunes, 10 de noviembre de 2008


Y por fin salía al exterior. ¿Qué era aquello que sentía en su rostro? Algo desconocido le acariciaba la cara y retiraba de ella su pelo. Aire...aires de libertad.

Se inclinó un poco hacia el cielo...llevaba años sin verlo y aunque los rayos del sol le cegaban por completo no pudo evitar emocionarse ante aquella variedad de colores. Su boca se entreabrió y no puedo dejar escapar un suspiro de alivio mientras una lágrima afloraba. Gracias a dios llevaba sus gafas de sol que ocultaban esa lágrima, las lágrimas siempre la habían avergonzado. Ella era y debía de ser fuerte.

Sin embargo se sentía débil, ella ya no irradiaba luz como en antaño. Ahora mismo sólo era la suma de errores, era la consecuencia de un pasado. Se sentía en blanco y negro.

Se reprochó por haber tenido estos últimos pensamientos, así que miró al frente decidida y se dijo que por fin podría disfrutar de aquella anhelada libertad que tanto había deseado y perseguido.

Sí, lo tenía claro...ya no habría más negro y gris en su vida, su futuro era de colores.

Y esperó...


5, 10, 15,20 minutos...1,2,3,4,5 horas. Había perdido la noción del tiempo que llevaba esperándole a él. ¿Cuántas horas podía pasar una persona con la mirada perdida, sin ni siquiera saber quién era?
Pues allí estaba ella absorta en sus pensamientos, preguntándose por qué mientras observaba su cama. Aquella cama en la que tantas veces se había entregado al amor, en la que tantas veces había susurrado un te quiero a oídos de su amante, su amigo, su pareja...
Ella, tachada de mujer liberal, independiente y moderna por sus conocidos, jamás había pensando en casarse. Estaba bien como estaba se decía, no le faltaba nada y no creía que en este mundo existiera nada eterno, por lo tanto no había por qué atarse a nada. Pero entonces entro él en su vida y le convenció de lo contrario, le prometió el sol y las estrellas.
¿Cómo pudo dejarse llevar por aquello que llamaban amor? El amor no es racional...y ella necesitaba serlo. Se culpaba una y otra vez de haber hecho caso a aquella frase "hay razones que la razón no entiende" y haber aceptado un compromiso de por vida...y ahora allí estaba, sentada ante una cama.

martes, 4 de noviembre de 2008



La Torre Eiffel recorta la silueta de la vieja ciudad y el Sena bordea la isla. De un lado Notre Damme, del otro el Louvre. Atrás quedan los pintores de boina, los jardines, los libreros, las tiendas, las terrazas, los restaurantes. Intelectuales, universitarios, músicos, turistas. Todos se dan cita en la bella ciudad para observar de cerca sus encantos.
París recibe altiva a sus visitantes que saben que podrán disfrutar por poco tiempo de su belleza. Algunos, los más osados, se enamoraron de ella pero los acabó abandonando. Otros se limitaron a observar y a llevarse un recuerdo en forma de fotografía.
La ciudad del amor, de la cultura, del diseño, de la moda. La ciudad encierra un secreto que pocos conocen.
Ellos, ajenos a todo, continúan besándose en una de las orillas del río como si fueran adolescentes, a pesar de las miradas atónitas de curiosos y turistas.

jueves, 30 de octubre de 2008



Ya se había acostumbrado a no jugar con sus amigas. Mientras ellas se iban al parque con sus madres, ella se iba a la escuela de música. Sólo podía faltar algún día si tenía algún cumpleaños o era un fecha importante. Después entró en el conservatorio. Todos los profesores decían que era un prodigio de niña y con seis años ya tocaba obras de gran dificultad. Sus padres estaban encantados y destinaron todos sus ahorros a comprar un precioso piano de pared negro que ocupó el centro del salón. Cada vez que recibían una visita sentaban a la niña al piano a que tocara alguna sonata.
La niña fue creciendo y se hizo mayor. Pasaba los cursos del conservatorio de dos en dos, para envidia de sus compañeros más mayores, y era la estrella del centro.
Un día, la niña que ya no era una niña decidió que ya no volvería a abrir la tapa del piano. Decidió que a partir de ese momento se dedicaría a tener amigos, a ir a clases de baile, a salir por las tardes, a leer, a ver películas. El prodigio del conservatorio se iba pero nadie estaba dispuesto a permitírselo. Ella sabía que tocaba mejor que los profesores y mejor que todos los alumnos, sin embargo, ya no quería tocar más. Después del revuelo que se montó al principio en su casa y en el conservatorio, al final todos lo aceptaron y la niña prodigio del piano estuvo solamente un mes sin tocar este instrumento. Después se dio cuenta de que el piano era casi como una extensión más de propio su cuerpo y continuó tocando para siempre.

Romeo y Julieta

miércoles, 29 de octubre de 2008


Erase una vez en un circo ambulante una historia de amor imposible.
El 6 de abril de 1842 en dicho circo estaban de celebración porque Doña cigüeña había traído al mundo a dos hermosas criaturas: Romeo, hijo de trapecistas, y Julieta, hija de elefantes.
Pasaron los años y ambos crecieron sanos, guapos, fuertes y lo que era más importante: juntos y secretamente enamorados. Los dos eran felices pues aprendieron el oficio familiar que les permitía permanecer por toda una vida en el que les parecía el mejor lugar del mundo: el circo.
En él todo era alegría, magia, risas, en fin que os voy a contar que no sepáis…todo era felicidad. Siempre había algún niño al que sorprender, alguna niña a la que hacer reír y por si eso fuera poco, cuando tras función y función las fuerzas flojeaban, siempre había un payaso para arrancar sonrisas.
El circo contrató a un nuevo domador de elefantes. Un día este estaba entrenando a Julieta cuando Romeo llegó y se sentó a observar en las gradas.
-¿Quién es él?-preguntó el domador-.
-Mi novio Romeo- contestó orgullosa Julieta-.
-¡No digas tonterías!, los humanos y los animales no pueden ser novios.
Julieta se fue apenada a su camerino, durante varios días no comió ni salió de la cama. ¿Y si fuera verdad aquello que el domador le había contado? ¿Debería separarse de su trapecista Romeo?
Cuando ya no pudo más porque la pena le carcomía decidió hablar de aquello con el resto del circo.
-Julieta ¿qué es eso que nos cuentas? –Preguntaron todos al unísono-.
Y el gran león, el más sabio y antiguo de la gran familia que el circo formaba le explicó:
-Julieta, si Romeo y tú os amáis de verdad no habrá nada que os separe nunca, da igual lo que seáis. No imaginéis barreras que no existen. Además, esto es el circo, el lugar más mágico del mundo…lo que no sea posible aquí no lo será en ningún lugar.
De esta manera Julieta y Romeo vivieron juntos por siempre en su circo. Julieta se quedó embarazada y dio a luz en el mar. Porque como todo el mundo sabe, el agua es el mejor lugar para tener a un hijo. Y su padre el trapecista esperó paciente bajo el mar hasta que su hijo llegó flotando a su regazo.
Y ¿qué mejor lugar en el mundo para que viva un ser nacido de una elefanta y humano que en un circo? Todos felices y comiendo perdices.

martes, 28 de octubre de 2008


La única foto que tenía de su madre no le decía nada. Al principio tuvo dudas de que se tratara realmente de su madre. Eso fue hasta que encontró, junto con el álbum de fotos familiares, su joyero. Cuando vio la pulsera con la medalla la identificó inmediatamente con la de la foto. La abuela le había contado que la medalla se la regaló un antiguo novio y que al romperse la cadena, decidió engancharla en una pulserita de plata que se había encontrado hacía tiempo por la calle y que creía que le daba buena suerte. Sí, no había duda, la pulsera que encontró en el joyero y la de la foto eran la misma. No obstante, seguía sin conocer el lugar, la fecha y el autor de la fotografía. La abuela recordaba vagamente el vestido y no reconocía el paisaje de detrás de la foto. “Tuvo que hacérsela después de casarse”, le dijo a juzgar por el anillo que lucía en el dedo anular de la mano derecha.
La foto había sido tomada en verano o al final de la primavera, de eso estaba seguro, se notaba que hacía calor y los rayos del sol brillaban en su pelo dorado. Su madre tendría unos 20 o 25 años y él todavía no había nacido. Ella era entonces una joven despreocupada y feliz, sin imaginar todo lo que ocurriría después.
A él, lo que más le intrigaba de todo era la razón por la cual su madre ocultaba su rostro tras sus manos. Quizá no le gustaran las fotos o quizá quería mantenerlo con la intriga de conocerla toda la vida.

domingo, 26 de octubre de 2008


Sí, lo había hecho...no podía creer que fuera verdad pero esa imagen parpadeante en su retina no dejaba duda, lo había hecho.
Y ahora estaba allí, sentada. Se había duchado con rapidez, el pelo desgreñado intentando ocultar su bello rostro, tapó su tersa piel con la prenda más pulcra que encontró en el viejo armario: algo blanco.
Eran las ocho de la mañana, pero este país es extraño y ya anda despierto, pensó; así que compró un periódico y se sentó en aquel bar. Se escondió tras su corta y rubia melena, no sabía si estaba loca, pero sentía miradas que se clavaban en su nuca; incluso aquella anciana de su derecha parecía juzgarla con su mirada.
Abrió el diario por la página 25, sucesos. El nombre de ÉL impreso rebosaba grandeza, la aturdía. Él la había llevado a la locura, a la más pura y primitiva obsesión.
¡No!, la uña de su dedo índice estaba manchada de sangre, se llevo el dedo a la boca y se relamió de placer. Sí, lo había hecho...

jueves, 23 de octubre de 2008

Marina se levantó del asiento. Las naves industriales y los edificios que se veían a lo lejos indicaban que la ciudad estaba cerca. Se puso cuidadosamente su abrigo rojo, se apartó una greña que le caía sobre el ojo izquierdo, sujetó su bolso y agarró la maleta con fuerza. Estaba nerviosa.
Bajó del tren y lo buscó con la mirada.

Carlos se sentía ridículo con aquel ramo de flores en medio de la estación. Mientras esperaba le asaltaron las dudas, puede que fuera un error, una locura. Quiso correr, alejarse de todo pero las piernas le flojeaban. En realidad, ni siquiera la conocía: sólo frías llamadas de teléfono y tarjetas de felicitación por su cumpleaños.


Poco después la chica del abrigo rojo corría por la estación arrastrando su pesada maleta. El vestido negro, medias oscuras y zapatos de charol. En la mano una libretita de tapas moradas. Entonces lo vio. O puede que él la viera a ella primero. Lo cierto es que se fundieron en un apasionado beso, de esos de película y solo les faltó algo de música detrás, un bolero quizás.

Entren sin llamar

miércoles, 22 de octubre de 2008

Ladies and Gentlemans... ¡pasen y vean!
Porque sí, porque esto no es más que un lugar donde hacer una parada para dejar volar tu imaginación en un día cuadriculado.
Nosotras os proponemos lo siguiente: pasen y vean la fotografía elegida para el día en cuestión, imaginen que pasó en ese instante que esta capta, quienes son sus protagonistas, sus vidas, sus pensamientos en esa milésima de segundo...y después lean nuestra pequeña historia al respecto.
Sí, probablemente tú historia y la nuestra no tenga mucho que ver, es más, ambas se alejarán excesivamente de lo que en la instantánea ocurrió.
Pero, por favor, déjennos soñar e imaginar; la fotografía al igual que el arte deja esa puerta abierta y por supuesto nosotros no vamos a ser menos, vamos a pasar sin llamar y a imaginar...
Aunque sólo sea en el tiempo que dura un suspiro, queremos volver a ser niñas y leer esos cuentos de príncipes y princesas, esos relatos de hadas y duendes, esas historias fantásticas que dibujan una sonrisa en tu cara y endulzan tu día. Esperamos que tú también te apuntes y recorras con nosotras ese sendero de baldosas amarillas. Y ahora no te quedes en el umbral...1, 2,3... ¡Salta con nosotras!