Buenos días.

martes, 16 de diciembre de 2008



El sol me despertó. Loa haces de luz se colaban por mis párpados y dulcemente me trajeron de vuelta a la realidad.

Y la realidad fue mejor que los sueños. Allí estaba ella, tan hermosa y delicada. Su cabeza apoyada sobre mi hombro, su ondulado cabello esparcido sobre mi, acariciándome... Me acerqué y lo olí, jamás un olor había conseguido que todo mi cuerpo se estremeciera hasta ese momento.

Le besé la frente con miedo. Miedo a despertarla, miedo a romperla en mil pedazos y volver a la desdicha.
Su piel a penas se diferenciaba de las blancas sábanas. Su piel es pálida, pero no del pálido enfermedad, o del pálido sin vida. Su piel es pulcra, limpia...su piel me trae la paz.
Podría permanecer horas y horas mirándola mientras ella permanece sumida en un profundo sueño. Ella no es como las demás, sus defectos son tan perfectos que ya no podría vivir sin ella.
Por un sólo instante imagino los días grises en los que no la conocía. Los miles de despertares agrios deseando que se acabara el día que aún no había comenzado. El infierno de volver a despertar porque aquello significaba que aún estaba vivo.
Aunque ¿estaba vivo?, no lo creo...Hasta que no la conocí no supe que era vivir, ella me dio la vida y podría arrancármela en cualquier momento.
Este último pensamiento me inquietó, me turbo. ¿Y si esto ocurría?, ¿y si mi princesa me destronaba?, ¿y si tuviera que volver a la oscuridad de mi vida?
De repente noté como la paz volvía a mi, alguien la había vuelto a despertar y corrió desde mis pies como una leve caricia hasta alcanzar mi boca y dibujarme una sonrisa. Mi sentido auditivo se despertó:
-Buenos días- me susurró a la oreja.

0 comentarios: